¿Tenemos esperanza aún? ¿Cuál será nuestro futuro?

¿Podemos hablar de un futuro, cuando nos somos capaces de reconocer nuestro presente? ¿Qué esperanza tenemos de un futuro mejor?

¿Es que acaso hemos perdido la memoria, es que acaso algo puede tornar lícito o incluso comprensible ante la violencia que irrumpe e interrumpe la vida de otras personas como hace poco ha ocurrido en Barcelona?

¿Qué futuro podemos tener si no apreciamos que muchos refugiados de aquí se quitan hasta la vida porque lo han perdido todo, porque los otros se sienten tan diferentes y le tiran de si mismos la esperanza de ser aceptados, de compartir sin conflicto el aire que respiramos.?

¿Cómo hemos llegado a tanta intolerancia? ¿Cómo hemos llegado a desterrar nuestra humanidad? ¿Cómo hemos permitido que nuestro ego nos individualice a tal punto que vulneremos la unicidad y universalidad de los demás?

Tenemos decenas de ejemplos en la historia humana que no debemos olvidar, dónde radica nuestra memoria que ya olvidó los holocaustos y los campos de concentración, la vida de los refugiados y de tantos otros seres humanos que emigran buscando esperanza, traspasando fronteras que en verdad no deberían existir, porque los mapas no sólo no son nuestros territorios, sino porque la especie humana habita este planeta y ha sido dotado de la capacidad de explorar, descubrir y buscar su propio destino… como ha sido ayer y lo será mañana.

Vivimos en un Universo infinito que se sigue expandiendo y a mayor velocidad, mientras que muchos crean barreras mentales, limites finitos que sólo son creaciones de miedos inferiores que nos llevan a temerle a todo y a todo lo que es diferente a uno mismo.

Hoy vivimos tiempos distintos, espacios que se recorren aceleradamente detenidos en tráficos paralizantes que generan cuellos de botella de angustia y confusión. Hoy vivir y no sobrevivir exige toda nuestra creatividad y bonhomía… sí es que deseamos convivir en una explosión de plenitud, de paz y de comprensión al otro, a cualquier otro… porque en verdad existimos en la otredad, nos revelamos en los otros, porque los otros son parte nuestra, y cómo no serlo si compartimos 99% de nuestros genes; qué parte de ese 1% contiene el gen de nuestra indiferencia.

Hoy es tiempo para detenernos y reflexionar, para observarnos y meditar recordando el pasado y su historia en retrospectiva pero desde nuestro mundo interior y muchos más allá de la razón, para sentir con la mente del “corrazón”. No es posible permanecer indiferentes a la muerte humana por inacción… salas de espera y pasillos llenas de camillas con enfermos y moribundos que mueren a diario, fronteras donde mueren refugiados de todas las edades con rostros preñados de angustia y desesperación, obreros de construcción que mueren ante la falta de seguridad en la edificación, accidentes de carretera que se han convertido en el tránsito hacia la otra vida… ante todo ello un acto de contrición, una bajada de párpados ante la indiferencia curtida y cuajada de todos. Pero cuidado si la economía no crece, si la bolsa de valores pierde valor… entonces surge el escándalo, las manifestaciones, las quejas y reclamos… pero ante la vida que se nos pierde somos indiferentes o simplemente no queremos mirar y por tanto nos llenamos de ceguera indiferente.

Ya es tiempo de empezar a recuperar la esperanza de todos, a reconocer que la VIDA, es el presente más presente que hemos recibido como seres humanos y que ni se compra ni se vende con dinero. Ni la mayor riqueza puede reemplazar la agonía de un enfermo pero si podría hacer algo para retardar la muerte de todos que sí eligen vivir, con la esperanza que la sociedad en la que se encuentran se los permita.

No abandonemos a ningún ser humano en necesidad y si intentemos abandonar nuestra indiferencia, por suerte ya hay gente que está despertando a la vida… hay seres humanos que están desterrando el destierro y el despojo de dignidades; personas que se identifican en el amor y que sustentan su propia identidad en el respeto al otro y que sienten y entienden que el bienestar es un derecho humano.

Y no basta con gritar, hoy hay que actuar y para ello requerimos acercarnos a la otredad, sentir la necesidad de proximidad. No se trata de mayores presupuestos, se trata en que cada uno extienda su mano para levantar al caído, para acariciar al niño y considerar al anciano, de generar una empatía cercana y compasiva muy distante de la caridad… hoy necesitamos la presencia y la esencia de cada ser humano para abrazarnos en este esfuerzo y posibilitar que cada uno recorra su propio camino y deja su propia huella, porque ese es un derecho de todo ser humano y es un privilegio contribuir en darse y dar la posibilidad que cada uno con sus “cadauneces” construya su propio destino…

Hoy es un día de observación y reflexión, pero sobre todo de acción, Hay que despertar pero sobre todo hay que actuar… salvo, salvo mejor parecer.