Sabemos que el dolor que la vida nos presenta en diversas ocasiones, es inevitable. Es una condición que permite el nacimiento y la muerte -e intuimos que el renacimiento también-.

De hecho, en todo crecimiento hay un esfuerzo, un compromiso con el cambio, una perseverancia para el logro. Es parte del desempeño humano que revela el carácter, el temple de las personas y que nos diferencia a unos de otros.

Si el amor es un estado del ser, de acuerdo a la evolución espiritual, pasamos del primario amor egocéntrico al secundario amor condicional o transaccional y finalmente, al nivel más elevado que nace en la esencia del Ser, el amor terciario o amor incondicional. Todos ellos forman parte de nuestro mundo interior.

Hemos planteado lo que la ciencia ya ha reconocido, que la mente y sus pensamientos crean la realidad individual.

Muchas mentes se enfocan en el juzgar y cualquier juicio es aceptado o rechazado física, mental, emocional y espiritualmente. Si rechazamos lo expresamos en nuestra corporalidad con gestos de amargura, desagrado, tensión muscular; mentalmente manifestamos resistencia, rechazo; emocionalmente no aceptamos, sufrimos; y espiritualmente nos alienamos, nos desconectamos de nosotros mismos o de los demás; en otras palabras, nos aislamos de la vida y nos negamos a vivir.

En el amor, a medida que más invertimos en la cuenta del amor condicional, sin reciprocidad transaccional, surge el sufrimiento.

La diferencia de un caso a otro lo encontramos en función del “desbalance patrimonial” y de la negatividad en la “tasa interna de retorno” de su proyecto de vida sentimental. Cuando la “rentabilidad” es negativa, el resultado es la “quiebra” emocional llena de sufrimiento.

Lo peor es que el sufrimiento nos arranca el presente de nuestras vidas. Con “la cuenta en cero”, o peor aún “en negativo”, el vacío existencial se convierte en un vacío esencial donde perdemos incluso el amor propio, que es nuestra última reserva de amor. Y finalmente nos llenamos de sufrimiento.

El problema es claro. Necesitamos vivir en el tiempo presente, necesitamos aceptar cada presente y vivir cada momento como momentos de la verdad.

Si tienes un dolor provocado por un acontecimiento externo, no huyas de tu presente. Reconoce la situación y acéptala, porque si la rechazas tu presente te abandonará y el dolor llenará ese vacío con sufrimientos directamente proporcionales a tu propio vacío emocional y espiritual.

El sufrimiento es el sentimiento que se genera cuando abandonamos el regalo de la vida que es el presente y empezamos a vivir un estado contractivo que nos llena de rechazo, de resistencia y, en consecuencia, de negatividad.

En el espejo de la esencia, el sufrimiento atrae más sufrimiento y se nutre de resentimiento, celos, ansiedad, angustia, ira, odio, venganza, culpa, depresión, distrés; al punto de poder asesinar al sujeto que consideramos responsable de nuestro sufrimiento.

Si debes asesinar a alguien es al sufrimiento. Pero aún mejor es no hacerlo, e intentar desaparecerlo sin rastros ni heridas que dejen huellas indelebles en el alma. La solución es nunca dejar de vivir en tiempo presente, reconociendo que este regalo que la vida te da, exige disfrutar.

Tú, mi querido lector, me dirás que no siempre se puede. Y te doy toda la razón. Sin embargo, si aceptas la situación y reconoces el hecho que te produjo el dolor, no huirás ni alejarás el presente de tu vida. El dolor te hará más resiliente y habrás aprendido a ser mejor humano porque te estás amando y reconociendo sin juzgar, ni juzgarte.

No te quedes en el pasado ni sufras por un futuro que aún no toca tu puerta, quédate y disfruta de tu Ser y pararás de sufrir.

El Amar Incondicional sostenible y sustentable en el tiempo presente

Nada que valga la pena es sencillo de conseguir, menos aún dentro de una relación de pareja intencionalmente comprometida en su relación amorosa.

Reconoce que el lenguaje es generativo o degenerativo y es clave para evitar que una relación armónica y equilibrada se termine.

Sostener el amor requiere de cuatro cualidades en la relación:

  • Autenticidad
  • Bondad
  • Gratitud
  • Generosidad

Estas cualidades son valores cuya práctica conjunta y virtuosa contribuye decisivamente a la sostenibilidad de la relación de pareja en el largo plazo.

La autenticidad posibilita el desarrollo de la confianza y de la credibilidad, cualidades fundamentales para evitar celos y angustias que secuestren la tranquilidad del otro.

La bondad moviliza la oxitocina y “pega el vínculo” formando una unidad de dos unicidades, donde cada uno apoya el crecimiento del otro.

La gratitud  y la generosidad requieren de una gestión emocional adecuada y de un manejo preventivo de los conflictos, reconociendo y aceptando las diferencias entre sí, pero valorando las capacidades, aptitudes y actitudes positivas de cada uno.

Cuando nos sentimos agradecidos con lo que nuestra pareja nos da, sustentamos nuestra capacidad de sujetos y puede surgir entonces la capacidad de ser generosos con nuestra pareja. Esto debido a que hemos aprendido a reconocer nuestros patrones negativos, intentamos modificarlos y, sobre todo, en vez de discutir sobre diferencias, buscamos en ellas las semejanzas que nos unen y nos dan el sentido de pertenencia.

La bondad activa, la compasión (únicas herramientas para regular nuestras emociones cuando surge una discusión) se desplazan pendularmente entre la agresividad y la pasividad.

Es en esos momentos en los que cada miembro de la pareja debe sacar a relucir una de las cualidades del amor: la bondad.

Toda discusión altisonante pone a prueba nuestra humildad y si no es controlada termina por destruir la bondad y la estabilidad emocional de la pareja. Ello puede transformarse en agresividad y violencia, los mismos que resquebrajan una relación y destruyen la estabilidad de las inversiones emocionales en el campo del amor.

Regular nuestras emociones es una de las aptitudes más importantes que afectan directamente la salud de toda relación.

Cada relación, según lo que todos hemos experimentando, tiene momentos de tensión y de conflicto.

Esto resulta obvio pero, como tantas otras obviedades, lo pasamos por alto ya que los humanos tenemos diversos niveles de miopía (y hasta ceguera) para comprender los puntos de vista diferenciados del otro. A veces ni los entendemos y mucho menos empatizamos con ellos. Peor aún, invalidamos y descalificamos al individuo que tenga diferencias con nosotros.

Esto en una relación de pareja contribuye al asesinato de la sostenibilidad del amor en la relación.

La bondad es el antídoto a las reacciones instintivas e irracionales del ser humano. Es la barrera a las agresiones, a las acciones destempladas que son los verdaderos ladrones y raptores de tu control emocional.

Nos dañamos a nosotros mismos y a nuestra pareja. Y muchas veces no hay forma de reparar dicha agresión, pues cada una de ellas convierte al “sujeto de amor” en “objeto de uso y abuso”, depreciando la relación hasta su total obsolescencia y muerte.

Usted lector que soporta mis textos, le pido sea bondadoso y comprensivo conmigo, estoy humildemente tratando de comprender y compartir los intríngulis del amor en relación.

Le pido que si tiene ira o se molesta con alguno de los conceptos vertidos, enójese pero desde la bondad… quizás no me conozca pero llevo más de 25 años viviendo, amando y sigo aprendiendo.

Amar no implica que desaparecerá de la relación momentos de enojo, pero ante estas circunstancias, si desea preservar y mantener la sustentabilidad del amor en su relación, debe colocarle su propio filtro de la bondad, de la comprensión hacia su pareja y, sin ninguna duda, hacia usted mismo.

Enojarse desde la bondad le permitirá aprender a expandir la conciencia de su relación expandiendo el amor de pareja hacia nuevas fronteras, quebrando en pedazos el paradigma de que el amor de pareja no es sostenible y que tarde o temprano se apaga.

¿Por qué la gran mayoría piensa que el amor de pareja tarde o temprano se marchita?

Porque creemos que el amor es como una flor que se abre a la vida pero en algún momento se marchita y se apaga.

Sin embargo, nos olvidamos que quien produce esos hermosos frutos es la planta. El amor necesita una buena semilla para brotar y crecer dando flores. Y si queremos que siga dando sus flores y frutos debemos seguir abonándola.

Las plantas son como el amor crece mientras lo cuidamos, de lo contrario la yerba mala abundará y la asfixiará.

El sueño del amor puede ser romántico en un principio pero, mis estimados jardineros, es tarea de ustedes apoyar a su planta y abonarla con autenticidad, bondad, comunicación trascendente, dedicación, esfuerzo, fe, generosidad, humildad, iniciativa, júbilo, Koaching, libertad, motivación, nutrición, observación, pasión, expresiones de amor, reciprocidad, solidaridad, ternura, unión; en una palabra, valores.

Aprender a amar incondicionalmente es aprender a vivir, darse cuenta que  cada uno es potencialmente capaz de concebir un  amor genuino y sincero.

Está en tus manos ser partero de este sueño, para que un día cuando te mires en el espejo de la vida no encuentres en él a un ladrón que robó tus propios sueños, sino que encuentres en él a uno con un mejor parecer.